
En el convulso siglo IX, Emma, una joven de apenas diecisiete años, es designada abadesa con una misión que trasciende la espiritualidad: repoblar y cristianizar las tierras fronterizas, un territorio en constante pugna con los moriscos.
Al llegar a la abadía, sumida en la austeridad y el aislamiento, Emma se encuentra con un ambiente hostil. Su juventud, su género y su determinación despiertan recelos y desconfianza entre los nobles, los campesinos y hasta entre las propias monjas, aferradas a una tradición que se resiste al cambio.